Dos palabras se han puesto de moda en los últimos años. Sin saber muy bien por qué, hacemos uso de ellas muy a menudo cuando, por ejemplo, nos encontramos con alguien, lo saludamos, o inmediatamente luego del saludo, y más también durante la conversación, una y otra vez, como queriendo confirmar y ratificar concienzudamente que, de hecho, está todo bien.
Ahora bien, ¿cuál es la cuestión? Se nos olvida por un momento que de niños, cuando nos costaba mucho dar una respuesta larga a una pregunta, nos lo hacían todo muy fácil, de manera que contestemos sí o no. Incluso nos ayudaban a veces a dilucidar cuál las dos opciones nos convenía. Lo mismo hacemos hoy con nuestros chicos, cuando no saben qué responder le damos casi la respuesta en el enunciado. Y, sin ir más lejos, nos estamos acercando a pasos agigantados al tan trillado “todo bien”.
¿Buscamos el indefectible “Sí”? ¿Acaso no preferimos escuchar que sea el otro quien nos comente de verdad cómo se siente en ese momento, y siendo así entonces le proporcionamos en nuestra nimia pregunta la respuesta más acorde posible para nosotros? ¿Nos importa acaso la respuesta? ¿O sólo queremos ser cordiales y atentos cumpliendo con la mera obligación de haberle preguntado si efectivamente iba todo bien? ¿O será acaso que no nos animamos a una negativa, porque ello supondría quedarse horas hablando del asunto? Y, por supuesto, no tenemos esas horas…
No conformes con la respuesta de que “Sí, está todo bien…”, dejamos pasar unas cortas palabras, con suerte, y lo preguntaremos de nuevo con alguna creativa variante, que fluctúa entre: ¿tus cosas bien?, ¿laburo bien?, ¿la facu bien?, para volver cuando menos lo esperamos a “¿y vos todo bien?”
Se dice que como forma de romper el hielo y generar diálogo funciona a la perfección. Yo no estaría tan seguro. Un diálogo basado en que todo anda de maravillas no es muy profundo que digamos, solamente supone un falso ponerse al día con el compañero que tenemos en frente.
Sugeriría entonces, como alternativa, un mirarse a los ojos, analizar en un momento más la mirada del otro y tratar de ver: ¿De que va ese cruce que el destino nos hizo tener? ¿Qué podemos sacar en limpio de esa persona y de la situación real por la que esté pasando? ¿Qué nos podemos llevar y qué le podemos dejar para reconfortar su día?
Entiendo, con la mayor honestidad del caso, que las cosas así, funcionarían.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario