Reiteradas veces en lo que va del año recibí propuestas y pedidos interesantes, ya sea de trabajo o personales, pero sobretodo de gran necesidad de parte de quien los formula. Y me he chocado con que ante el menor cambio de opinión o una simple condición puesta de mi parte, y habiendo ya puesto manos a la obra en el asunto, me devuelven muy al pasar un “dejá, si te complica mucho no lo hagamos”, o cualquier otra combinación de palabras de ese estilo. Esto si es que no optan por el silencio como respuesta.
Ahora yo me pregunto… ¿Tanto esfuerzo, tantas neuronas trabajando y tanta voluntad puesta para que, de un momento a otro, el pedido decline irrevocablemente porque la otra parte argumenta que a mí se me complica? Dejando interpretar de esa forma que aquello tan deseado no lo era tanto entonces… Creo que, en tal caso, hay que empezar a asumir una seguridad mayor a la hora de acercar una propuesta, y si no se reúnen las suficientes ganas de encarar algo, mejor no hacerlo.
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