domingo, 17 de marzo de 2019

No pasará jamás

Sigilosamente se acercó a la ventana del aula donde se dictaba su clase y se deleitó contemplando aquella mirada una vez más, entre tanta gente. No quiso entrar. Lo esperó a la salida. Caminaron juntos, sin decir palabra. Su reloj pulsera marcaba una hora inequívoca e invariable. Disfrutó esa caminata de pasos aletargados, mirándolo de reojo cada tanto. En su piel había ciertas lesiones o golpes, de algo que no comprendía ni venía al caso. De pronto se encontraron descansando en una luminosa habitación, cómodos, disfrutando de la mutua compañía, como si eso fuese todo, como un momento perpetuo que no debiera terminar. Allí permanecieron por tiempo indefinido. De esta forma había confirmado un pensamiento que siempre sostuvo: el amor es aún más fuerte que la vida, el amor todo lo trasciende, el amor no pasará jamás.

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