El tiempo, los seres que transitan por él, los mismos que alguna vez lo crearon, hoy víctimas de su galopante paso y su apremiante fluir. Seres apresurados, que llegan tarde, que nunca llegan, que cambian el horario. ¿Es importante todo eso? Podemos parar, hacer un alto, pero también de esa manera estaremos dando cuenta del tiempo que tenemos encima de nuestros hombros.
Propongo olvidarse ahora mismo de que todo transcurre en un momento y quedarse con el momento en sí, con el aire que pasa frente a nosotros, con la compañía que tengamos a nuestro lado, con lo que estemos consumiendo o no, con el sonido del agua o el calor del sol en nuestra piel. Ellos son eternos porque así es nuestro deseo.
Llegar tarde ya no existe. Porque nada distinto ocurrirá si eso pasa. Las vidas seguirán cursando su ciclo. Las lunas seguiran creciendo y menguando. Nada cambiará. No llevemos ese peso en nuestras espaldas porque no nos permitirá ser felices. Reflexionemos un momento y veremos que nada cambia a nuestro alrededor. Respiremos. Sin más.
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