jueves, 25 de abril de 2013

Crónica de una tarde de café

Quisiera expresar algo que, por no contar con una imagen, debiera ser relatado -según dice el refrán-, con más de mil palabras para lograr un valor similar. No sé si será eso posible, ya que el tiempo fluirá a medida que escribo, y algunas cosas irán sufriendo modificaciones. Intentaré ser lo más fiel posible a cada realidad a la hora en que le llegue su turno.

Veo próximamente a mí, la pantalla de mi notebook y mis manos escribiendo un texto. Ya estoy acostumbrado, pero si entro en razón nunca dejo de ver el marco de mis anteojos, ya que sin ellos sería imposible ver. Treinta y cinco pesos, le dice una camarera a la señora que está sentada a mi derecha, al lado de la ventana. Ella está sola. Tomó un té con un tostado de jamón y queso. En un momento me habló y me dijo que ya volvía. Al volver me preguntó si no me cansaba (de fijar la vista, habrá querido decir). No respondí, ya que hablar me hubiera hecho desconcentrar.

Inmediatamente en la mesa de adelante a la señora, y también al lado de la ventana, está un hombre jóven, de unos 30 años, con un libro en la mesa, cerrado, un cuaderno, y un jarrito de café, ya vacío. Algo está leyendo, pero no se ve bien, está de espaladas. Viste una remera negra y jeans color gris. Antes estuvo sentado en una mesa del centro, pero luego se pasó aquí, quizás por gusto de estar sentado cerca de la ventana. Se lo ve compenetrado en su lectura.

A su izquierda, dos señoras hablan. Una habla más, la otra escucha, y lleva una cartera en su falda. En una silla dejaron otra mochila. En este momento se está yendo la señora de al lado, me saluda, me dice Adiós. Y a su mesa se traslada una pareja de abuelos que también prefiere estar cerca del vidrio seguramente. Es un lugar de muchos traslados pareciera, cosa que pensaba hacer en caso de no conseguir de entrada esta mesa que tiene cerca una conexión de 220. Los nuevos vecinos estan tomando café con leche con alfajor de chocolate.

A mi izquierda, una chica muy joven, de unos 25 años está leyendo, algo de estudio parece ser, porque tiene un resaltador color magenta en su mano derecha, y parte del texto ya está resaltado. Está en la mejor mesa del lugar, una ratona, con varios silloncitos. Pero la está ocupando ella sola desde hace horas, incluso antes de haber llegado a este bar. Ha tomado en su momento un café latte con algún muffin de chocolate, típico de estos tiempos.

Frente a ella hay dos mesas redondas chiquitas, ambas ocupadas por una mujer en cada una. La camarera está con una de ellas, explicándole algo de la carta. La otra, lee unas carpetas que trajo, y está cruzada de piernas. Por entre ambas se puede ver el fondo. Allí hay, en otra mesa individual, un señor joven, de unos 40, que ya hace tiempo ha terminado su pedido y está a punto de pedir la cuenta. Está buscando su billetera. Al lado, dos señoras charlan y se puede ver sobre la mesa una tetera. 

Pasando al sector del fondo del bar, y el que más me cuesta ver desde este punto de vista, hay un trío de mujeres en una mesita pegada a la pared, parecen estar hablando cosas de su vida. A la derecha, una mujer sola, de pelo corto, parece recién salida de la peluquería, está escribiendo algo en su celular. Más al fondo, una chica sola, de unos 30 años, con ropa de trabajo, escribe muy compenetrada en su notebook. El fondo es indivisible, veo que hay más gente, varios hombres de distintas edades en diferentes mesas, pero está muy lejos como para llegar a ver detalles. Esa pared es la última del bar, y está cubierta casi enteramente por un mural de varios dibujos.

Alguien llega, es un hombre que vino a hablar con la mujer sola que escribía en su celular. La otra mujer sola que hablaba con la camarera sobre algún producto de la carta se pasó a otra mesa más al fondo con otra mujer que llegó verla. Y otro chica acaba de entrar y se sentó con la mujer que estaba cruzada de piernas leyendo sus carpetas. Finalmente, la camarera va y viene con pedidos, bandejas de café. El cafetero se mueve detrás de la barra y así también lo hace el encargado del local, detrás del puesto de alfajores.

Me doy cuenta que estamos en constante cambio, difícilmente pueda seguir con este relato mucho más tiempo sin que nada se haya modificado. Y eso que hablamos de no más de veinte personas, pero todo es cambio, somos cambio. Por cierto, detrás de mis manos, estoy yo, Martín.

4 comentarios:

  1. Finalmente terminaste por cambiar!!! Regio escrito.
    Felicitaciones.Osvaldo.

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  2. La realidad es tan dinámica que solo podemos tener certeza del instante mismo que estamos viviendo... Por eso, es tan importante aprender a disfrutar ese instante único, sin depender tanto del antes y el después.

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    1. Ese instante único que una foto puede capturar, para el ser humano es casi imposible, sino lo vive a pleno claro.

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