Agitando sus blancas alas se hizo visible río abajo, en busca de un nuevo comienzo. Cada mañana, emprendiendo su ritual alimenticio, inicia su jornada. Camina con sus pies temblorosos tanteando el fondo del arroyo. Y con su pico largo y delgado cual aguja pesca del agua sus deseados manjares. Así es como nuestra ave recorre de punta a punta el arroyito, buscando su sustento y a la vez cuidando que nadie lo ponga en peligro. Entre aire, agua y tierra, maneja sus movimientos para lograr su cometido y salir airoso. Otra mañana ha comenzado para nuestro tan querido amigo de mechón blanco que acompaña nuestras caminatas.